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El amor no es un atajo

El amor no es un atajo

Por: Melissa Morales Rúa
Psicóloga | Mg. En Terapia Familiar y de Pareja

A veces, en la intimidad de las relaciones de pareja aparece una idea silenciosa, pero poderosa: “si realmente me quiere, va a cambiar”.

Esta creencia, que suele surgir del deseo profundo de armonía o de la expectativa de que el vínculo sea un espacio reparador, termina convirtiéndose en una carga para ambos miembros de la relación, porque deposita en el amor una función que no le corresponde: ser un
agente de transformación del otro.

En la literatura contemporánea sobre pareja se reconoce que el amor, aunque es un motor invaluable, no garantiza modificaciones estables en la conducta o en el carácter de una persona (Gottman y Silver, 2018). Por eso, cuando se instala la ilusión de que el afecto convertirá automáticamente al otro en alguien distinto, se abre la puerta a la frustración y al desencuentro.

Ahora bien, esta expectativa no aparece de la nada.
Con frecuencia proviene de aprendizajes tempranos o de modelos relacionales en los que se enseñó —de forma explícita o implícita— que amar implica asumir sacrificios ilimitados o moldearse para satisfacer al otro.

En muchos casos, al relacionarnos se activan miedos a perder al otro, a no ser suficientes o a no ser tenidos en cuenta, lo que intensifica la idea de que la única manera de sentirse seguro es que la pareja cambie. Johnson (2019) describe cómo estas dinámicas emocionales influyen en la búsqueda de cercanía, protección y validación dentro de la relación, y cómo esos miedos pueden llevar a solicitar transformaciones que no siempre son posibles ni justas.

En ese sentido, la creencia no surge solo del deseo de “mejorar”, sino también de un temor profundo a que, si el otro no cambia, el
vínculo se rompe.

Sin embargo, al revisar más de cerca esta idea, aparece una distorsión frecuente: la suposición de que el amor tiene la fuerza suficiente para reconfigurar rasgos, hábitos o decisiones que pertenecen al mundo interno de cada uno.

El cambio personal en la adultez requiere autorreflexión, responsabilidad individual y motivación propia, elementos que no pueden depender de la presión o necesidad del otro miembro de la relación (Beck, 2020).

Por eso, utilizar el amor como herramienta para moldear al otro no solo es ineficaz, sino que puede erosionar el respeto mutuo y convertir el vínculo en un espacio de tensión constante.

A la vez, es importante reconocer que quienes sostienen esta creencia no lo hacen por capricho. Muchas veces experimentan confusión, esperanza y temor al mismo tiempo. En la práctica clínica se observa que las personas que esperan el cambio del otro suelen tener incertidumbre respecto a sus propios límites, así como dificultad para tolerar la angustia que implica aceptar que hay aspectos del
otro que no dependen de ellas (Cyrulnik, 2017).

Esta vivencia puede ser profundamente movilizadora, porque confronta el anhelo de una relación idealizada con la realidad de un vínculo compuesto por dos seres con historias, ritmos y decisiones distintas.

Por otro lado, cuando ese anhelo de cambio se convierte en exigencia, es común que las interacciones comiencen a fragmentarse. Tal como señalan Gottman y Silver (2018), cuando en una relación marcada por el conflicto se insiste una y otra vez en que el otro modifique algo que no desea cambiar, se generan ciclos de crítica, defensividad y distancia emocional.

En consecuencia, la relación termina girando en torno a un déficit, a una expectativa interminable, en lugar de apoyarse en los recursos reales que el vínculo ya posee.

No obstante, también es cierto que el deseo de cambio puede abrir conversaciones valiosas cuando se expresa desde la claridad y el respeto. Si se reconoce que el amor no es un atajo para que el otro cambie —pero sí un espacio que puede facilitar la comunicación honesta—, es posible pasar del reclamo al diálogo.

La literatura sobre acuerdos de pareja subraya la importancia de hablar desde la responsabilidad personal (“esto es lo que necesito”, “esto es lo que me pasa”) sin convertir las necesidades en órdenes encubiertas (Nichols, 2020). Así, la conversación deja de centrarse en sí el otro debe cambiar y se desplaza hacia lo que la pareja puede construir.

Al mismo tiempo, es necesario nombrar algo esencial: el miedo no es amor. Cuando la expectativa de cambio surge del temor a perder al otro, a quedar en desventaja o a ser desplazado, se confunden necesidades emocionales genuinas con estrategias de control afectivo.

Las relaciones más saludables son aquellas donde cada miembro puede actuar desde la libertad y no desde la amenaza —explícita o implícita— de que, si no cambia, el vínculo dejará de existir (White, 2016).
La libertad emocional es, justamente, lo que permite que el compromiso sea auténtico y no condicionado.

Por supuesto, esto no significa renunciar a expresar necesidades o límites. Todo lo contrario: reconocer que el amor no cambia a nadie permite tomar decisiones más claras. A veces, estas decisiones implican conversar sobre ajustes posibles; otras, aceptar que ciertos modos de ser del otro no son compatibles con lo que se necesita para estar bien; y, en algunos casos, tomar decisiones profundas respecto al futuro del vínculo.

La literatura sobre pareja coincide en que la autonomía y la responsabilidad son pilares fundamentales de los procesos de reconciliación, reparación o separación (García y Rivera, 2021). No existen caminos universales, pero sí principios que ayudan a avanzar con mayor
honestidad.

Por eso, cuando aparece la creencia “si me quiere, va a cambiar”, es útil detenerse y preguntarse qué se espera realmente del otro, qué se teme, qué se necesita y qué decisiones personales están siendo postergadas en nombre del amor. Solo así el vínculo deja de sostenerse en ilusiones y puede comenzar a sostenerse en acuerdos reales.

Al final, las relaciones que florecen no son aquellas donde uno cambia para que el otro no sienta miedo, sino aquellas donde ambos pueden mirarse con claridad, hacerse cargo de sí mismos y construir desde la responsabilidad compartida (Gottman y Silver, 2018).

REFERENCIAS

  • Cyrulnik, B. (2017). Los patitos feos: La resiliencia: una infancia infeliz no
    determina la vida. Editorial Gedisa.
  • Beck, A. (2020). El arte de amar sin perdernos: Cómo construir vínculos
    sanos y conscientes. Editorial Zenith – Grupo Planeta.
  • García, L., & Rivera, P. (2021). Comunicación afectiva en las relaciones de
    pareja: implicaciones clínicas y cotidianas. Editorial Desclée de Brouwer.
  • Gottman, J., & Silver, N. (2018). Siete reglas de oro para vivir en pareja.
    Ediciones Paidós.
  • Johnson, S. (2019). El amor es una ciencia: La terapia focalizada en las
    emociones. Ediciones Paidós.
  • Nichols, M. (2020). Terapia familiar: Conceptos y métodos. Editorial
    Pearson.
  • White, M. (2016). Mapas de la práctica narrativa. Editorial Gedisa.

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