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Autoridad hacia los hijos

Autoridad hacia los hijos
Cuando la Autoridad hacia los hijos falla

Según Aucouturier, B. (2015) un niño es:

  • un sujeto de pulsiones agresivas: empujará, morderá y pegará a todo aquel que se interponga en su camino;
  • un sujeto de deseos: si quiere algo, lo cogerá, no esperará;
  • un sujeto de placeres: hace lo que le apetece y rechaza todo aquello que le provoca el menor desagrado.

Por tanto, el niño tiene dificultad para interiorizar, realizar esfuerzos y aceptar las normas. Hasta los 4 o 5 años, el niño se siente todopoderoso, cree que es   el   rey   del mundo (sobre todo los chicos) el centro del universo.  Así, para   poder evolucionar, deberá renunciar a su comportamiento inicial gracias a la educación recibida en casa y en el colegio.

Ante esta situación entra la autoridad que debe ser generada por los padres con el fin de generar correcciones por medio de castigos y llamados de atención para afirmar la responsabilidad en los hijos y a su vez crear tolerancia a la frustración ante contextos en donde se le indique al niño un “no” por respuesta, pero esto genera un malestar en los padres, ya que muchos de ellos aparte de tener un hogar cuentan con más áreas en su vida como: trabajo, estudio, proyectos, amigos, etc. Todos estos deberes pueden generar en los padres poca preparación para contribuir al desarrollo adecuado del menor

Estos padres como lo expresa Aucouturier, B. (2015)

Sufren    por    no    ser “buenos    padres”, se sienten inseguros y culpables por haber fracasado en su rol. Sienten que son incapaces de ejercer su función como padres, que consiste en transmitir tranquilidad a su hijo.  Sin embargo, el niño tiene un sentimiento de seguridad y de bienestar internos cuando siente el amor y la estabilidad como adulto de sus padres. Ahora, son muchos los padres que   satisfacen de manera continua las necesidades y deseos de sus hijos sin generar frustraciones. Estos padres asumen el rol de “colega a colega” con su hijo porque resulta más sencillo, les preguntan si quieren ir a pasear o comer esto o lo otro, lo que, en realidad, son decisiones que debe tomar un adulto y el niño aceptar sin rechistar, A menudo, los padres colman de regalos a sus hijos para minimizar su sentimiento de culpa. Así, el niño tiene el regalo antes incluso de desearlo.  En caso de no conseguir los deseos expresados, pueden entrar en cólera, insultar a sus padres, quienes se angustiarán por tener que oponer resistencia a su hijo de 3 años. Y, sin embargo, si no son capaces de decir “no” a un niño de 3 años, o incluso antes, este no aguantará la frustración a los 13 años.

Muchos padres entregan sus hijos a ese sentimiento de omnipotencia, a sus pulsiones primarias, mientras que la frustración prepara al niño para la vida social. No se atreven a reafirmar su autoridad, a establecer unos límites frente a su hijo todopoderoso; son incapaces de decir: “aquí no mandas tú, mando yo”. Se sienten desamparados y sobrepasados por conflictos familiares permanentes, frente a unos niños que dictan las normas en casa.

Estos niños crecen con la idea de que deben obtener todo de inmediato, así que el día en el que se topan con el primer obstáculo, véanse las exigencias en el colegio, es un drama, llegan la rebeldía, el rechazo o la huida.

 

Bibliografía

Aucouturier, B. (2015). El niño de hoy y la autoridad. Padres y Maestros/Journal of Parents and Teachers, (364), 13-21.

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