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Atrapados en la necesidad

Atrapados en la necesidad

ATRAPADOS EN LA NECESIDAD: RECONOCER LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

Por: Melissa Morales Rúa
Psicóloga | Magíster en Terapia Familiar y de Pareja

La dependencia emocional es la necesidad extrema de carácter afectivo que una persona siente hacia su pareja a lo largo de sus diferentes relaciones (Castelló 2005), se manifiesta precisamente, en la demanda excesiva de recibir afecto, aprobación y seguridad de una persona o un objeto externo, a costa del bienestar y la autonomía personal. Esta dependencia no se limita únicamente a las relaciones interpersonales, sino que también puede dirigirse hacia sustancias, hábitos o actividades que generan una falsa sensación de estabilidad.

Se trata de un patrón emocional persistente en el cual la persona desarrolla un vínculo disfuncional basado en la idealización, el miedo a la pérdida y la incapacidad de encontrar satisfacción dentro de sí misma (Castelló, 2005).

En muchos casos, las raíces de la dependencia emocional se encuentran en experiencias tempranas en las que el individuo aprendió a vincular el amor con la necesidad de complacer o con una profunda sensación de insuficiencia personal. Factores como la falta de afecto, la sobreprotección o el refuerzo de creencias limitantes pueden predisponer a desarrollar este patrón en la adultez. La convicción de que “sin alguien a mi lado no valgo” o la asociación del bienestar con estímulos externos dificultan la construcción de una identidad autónoma y equilibrada (Lemos, 2017).

Dicho patrón emocional suele reflejarse en una serie de características que comparten las personas dependientes. Entre ellas, destaca la baja autoestima, que las lleva a considerar que su valor personal depende exclusivamente del afecto o reconocimiento recibido. Asimismo, el miedo intenso al abandono se convierte en un eje central de su comportamiento, generando una angustia constante ante la posibilidad de perder el vínculo. La dificultad para estar solas también es un rasgo característico, pues experimentan ansiedad cuando no están en contacto con aquello de lo que dependen, ya sea una persona, una sustancia o una actividad (González, 2020).

Además, la sumisión y la complacencia extrema son comunes en quienes padecen esta problemática. En su afán por conservar el vínculo, tienden a ceder continuamente y a evitar conflictos, incluso a costa de su bienestar. Del mismo modo, la idealización del objeto de dependencia refuerza la creencia de que sin él no podrían ser felices, justificando actitudes dañinas o minimizando los aspectos negativos de la relación. Como consecuencia, terminan involucrándose en dinámicas desequilibradas, en las que se perpetúa su necesidad de afecto y reconocimiento (Pacheco y Arana, 2018).

Por otra parte, el objeto de dependencia también presenta ciertas características que refuerzan este patrón. Cuando se trata de una persona, es común que sea egocéntrica y que tenga una gran necesidad de control, lo que genera un desequilibrio en la relación. Muchas veces, quienes son objeto de dependencia muestran frialdad afectiva y una inconsistencia en su trato, alternando momentos de atención con períodos de indiferencia. Esto provoca que la persona dependiente busque desesperadamente recuperar la conexión, intensificando su apego y reforzando la dinámica disfuncional (Lemos, 2017).

Sin embargo, la dependencia no se limita solo a las relaciones interpersonales, sino que también puede dirigirse a sustancias, hábitos o actividades. En estos casos, los objetos de dependencia suelen tener en común su capacidad para generar placer inmediato, aliviar el malestar o evadir la realidad. Sustancias como el tabaco, el alcohol o el vapeo ofrecen una sensación momentánea de calma o gratificación, pero a largo plazo refuerzan el ciclo de dependencia. Asimismo, ciertas actividades como el juego compulsivo, el uso excesivo de redes sociales o el trabajo en exceso pueden convertirse en refugios emocionales que impiden afrontar la ansiedad o la inseguridad subyacente (González, 2020).

A lo largo de una relación de pareja, la dependencia emocional tiende a manifestarse en un ciclo repetitivo de fases. Inicialmente, en la fase de idealización, la persona dependiente percibe a su pareja como alguien perfecto y esencial para su felicidad. Posteriormente, en la fase de sumisión, comienza a ceder cada vez más en sus necesidades y deseos con el fin de evitar conflictos y mantener el vínculo. Conforme la relación avanza, la fase de ansiedad y miedo al abandono se intensifica, lo que genera conductas de control, celos y angustia
constante. En la fase de desgaste y sufrimiento, la relación se vuelve insatisfactoria, pero la persona dependiente se siente incapaz de ponerle fin por temor a quedarse sola. Finalmente, en la fase de ruptura o repetición del ciclo, si la relación termina, experimenta un vacío emocional profundo y busca rápidamente otro vínculo para llenarlo, repitiendo el mismo patrón disfuncional (Castelló, 2005).

Dado el impacto significativo de la dependencia emocional en la calidad de vida, es fundamental abordar su tratamiento con estrategias que promuevan la autonomía y el bienestar psicológico. En este sentido, la terapia psicológica, y trabajar en la autoestima son un paso esencial para que la persona pueda desarrollar una identidad independiente de su pareja, una sustancia o cualquier actividad adictiva (González, 2020).

Junto con esto, es necesario aprender a gestionar la autonomía emocional, cultivando la capacidad de disfrutar del tiempo a solas sin experimentar angustia o vacío. Trabajar sobre el apego y tramitar las heridas emocionales también son herramientas valiosas para identificar experiencias pasadas que fomentaron la dependencia y trabajar en su procesamiento. De manera complementaria, establecer límites en las relaciones es clave para evitar dinámicas que generen sufrimiento innecesario y fortalecer la capacidad de tomar decisiones propias sin miedo a la desaprobación externa (Pacheco y Arana, 2018).

En definitiva, la dependencia emocional no solo afecta las relaciones de pareja, sino que también puede manifestarse en la relación con sustancias, hábitos y actividades que brindan una sensación momentánea de estabilidad. Comprender sus causas, reconocer sus manifestaciones y adoptar estrategias para superarla son pasos esenciales hacia una vida más equilibrada. Cuando una persona logra
fortalecer su autoestima, desarrollar autonomía emocional y establecer relaciones más sanas, el ciclo de dependencia puede romperse, permitiendo una vida más plena y satisfactoria.

Referencias

  • Castelló, J. (2005). Dependencia emocional: características y tratamiento psicológico. Ediciones Pirámide.
  • González, L. (2020). Relaciones tóxicas y dependencia emocional. Editorial Desclée de Brouwer.
  • Lemos, S. (2017). Apego y relaciones afectivas: cómo influyen en la adultez. Editoria Paidós.
  • Pacheco, C., & Arana, M. (2018). Amar sin depender: cómo construir relaciones sanas y equilibradas. Editorial Herder.

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