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Aliviar el dolor

Aliviar el dolor
ANDAR EL CAMINO DEL DUELO: MEJOR SI SE ESTÁ ACOMPAÑADO

Con frecuencia si se habla de duelo, se recurre a pensar en la muerte de un ser querido; sin embargo, aunque enfrentarse al fallecimiento de alguien con quien se tiene un vínculo estrecho, es un suceso que, por lo general resulta agobiante, es claro que no es el único evento por el cual se siente aflicción; entonces es preciso hacer referencia al significado que según el diccionario de la Real Academia Española (2023) da del vocablo Duelo, “proviene del latín dolus que significa dolor”; por lo tanto, es posible decir que el duelo “es la reacción natural ante la pérdida de una persona, objeto o evento significativo; o también, la reacción emocional y de comportamiento en forma de sufrimiento y aflicción cuando un vínculo afectivo se rompe”(Meza Dávalos, E; García, S; Torres Gómez, A; Castillo L, Sauri Suárez, S y Martínez Silva, B 2008), así entonces, si se habla de duelo, se habla de pérdida y la misma genera pena, pesar o tristeza; no obstante, es preciso que para la persona exista significado e importancia.

Muchos teóricos han expuesto caminos, etapas o fases por los cuales atraviesa una persona que experimenta un duelo, a saber, Meza Dávalos, E; García, S; Torres Gómez, A; Castillo L, Sauri Suárez, S y Martínez Silva, B (2008), agrupan el
proceso de duelo en tres fases, 1. El inicio, caracterizada por una alteración del afecto, en la que se produce rechazo e incredulidad. 2. La etapa central, en el que hay un estado depresivo que con el tiempo va alternando momentos dolorosos con la lenta reorganización de la vida de quien sufre la pérdida. 3. La etapa final, en la que la persona se restablece pausadamente y se adapta nuevamente a su entorno. Así mismo, Kübler-Ross, y David Kessler (2016), establecieron cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, como una forma de explicar las reacciones comunes por las que las personas atraviesan en la pérdida. De igual modo, Niemeyer (2002), propone también unas etapas como patrones generales, no universales, sobre la experiencia que puede vivir quien se enfrenta a un duelo: evitación, asimilación y acomodación.

Es importante aclarar que los autores expresan que estas etapas colaboran en el proceso de identificación sobre lo que se siente, no obstante, se alejan de ser estadios lineales, puesto que, las personas no atraviesan por cada una, ni tampoco se producen en un orden especifico. Además, coinciden en que en cada fase se encuentran reacciones normales a la pérdida y cada individuo aporta significados personales (distintos) al proceso de duelo que experimente. Esto va en coherencia con su sistema de creencias, puesto que es a partir de aquí que se otorga significado, comprensión y sentido a lo vivido.

Con lo mencionado hasta acá, se despeja el camino hacia lo que se puede atravesar durante un duelo, pero ¿qué hacer para acompañar a alguien que sufre una pérdida? Pues bien, Niemeyer (2002) ofrece pautas interesantes para este
proceso, entendiendo que cada individuo puede verse como parte de un sistema de duelo, ya que en cualquier momento se puede estar junto a una persona que atraviese una pérdida y como seres sociales, es posible tender la mano a quien se encuentre afectado por una, ofreciendo ayuda y comprensión de la pérdida. Sin embargo, es usual alejarnos por “miedo a no saber qué decir” y se tiene, en ocasiones, la idea errónea de que se debe “animar” o dar “consejos” a la persona, “Pero lo más habitual es que los individuos que han sufrido una pérdida necesiten algo menos tangible, pero más importante: la oportunidad de compartir sus sentimientos e historias sin sentir la presión de tener que superar rápidamente su dolor o de tener que encontrar un «remedio rápido» a un problema que no se presta a las soluciones fáciles” (Niemeyer, 2002).

 

QUE HACER

QUE NO HACER

  • Estar disponible para la comunicación. Es probable que no se sepa qué decir, por ello es adecuado hacer preguntas como: «¿Cómo estás hoy?» o «He estado pensando en ti. ¿Cómo te está yendo?».
  • Escuchar un 80% del tiempo y hablar un 20%. Puesto que tomarse el tiempo para escuchar las preocupaciones del otro hará que ambos aprendan cosas durante el proceso 
  • Ofrecer ayudas concretas y tomar la iniciativa de llamar a la persona. Respetar la intimidad del superviviente, hará que éste valore la ayuda concreta con las tareas de la vida cotidiana.
  • Esperar «momentos difíciles» en el futuro, con intentos activos de afrontar sentimientos y decisiones difíciles durante los meses que siguen a la pérdida.
  • «Estar ahí», acompañando a la persona procurando cuidado. Procurando escucha y compañía. 
  • Hablar de las pérdidas propias pérdidas y de cómo fue el proceso de adaptación a ellas. Aunque es posible que esa persona en concreto tenga un estilo de afrontamiento diferente al propio, este tipo de revelaciones pueden servirle de ayuda.
  • Establecer un contacto físico adecuado, poniendo el brazo sobre el hombro del otro o dándole un abrazo cuando fallan las palabras. Aprender a sentirse cómodo con el silencio compartido, en lugar de hablar intentando animar a la persona.
  • Ser paciente con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida y permitirle compartir sus recuerdos del ser querido. Esto fomenta una continuidad saludable en la orientación de la persona a un futuro que ha quedado transformado por la pérdida.

 

  • Obligar a la persona que ha sufrido la pérdida a asumir un papel, diciendo: «Lo estás haciendo muy bien». Es importante dejar que la persona tenga sentimientos perturbadores sin tener la sensación de que defrauda a otros. 
  • Decirle a la persona que ha sufrido la pérdida lo que «tiene» que hacer. En el mejor de los casos, esto refuerza la sensación de incapacidad de la persona y, en el peor, el consejo puede ser «contraproducente».
  • Decir «llámame si necesitas algo». Este tipo de ofrecimientos indefinidos suele declinarse y la persona que ha subido la pérdida capta la idea de que el deseo implícito es que no se ponga en contacto.
  • Sugerir que el tiempo cura todas las heridas. Las heridas de la pérdida no se curan nunca por completo y el trabajo del duelo es más activo de lo que sugiere esta frase.
  • Hacer que sean otros quienes presten la ayuda. Nuestra presencia y preocupación personal es lo que marca la diferencia, deben hacer cuando se ayuda sufrido una pérdida
  • Decir: «Sé cómo te sientes». Cada persona experimenta su dolor de una manera única, por lo que lo mejor que se puede hacer es invitar al afectado a compartir sus sentimientos, en lugar de dar por supuesto que se conocen.
  • Utilizar frases consoladoras como: «Hay otros peces en el mar» o «Los caminos del Señor son insondables». Esto solo convence a la persona de que no hay una preocupación verdadera por entenderla. 
  • Intentar que la persona se dé prisa en superar su dolor, animándola a ocupar su tiempo, a regalar las posesiones del difunto, etc. El trabajo del duelo requiere tiempo y paciencia y no puede hacerse en un plazo de tiempo fijo.

Con todo, sufrir una pérdida, no es una experiencia fácil; la de acompañar, tampoco, ya que posiblemente se encontrará el miedo como barrera, pero para romperla es preciso entender que acompañar en un duelo supone centrarse en el otro, mostrando disponibilidad para compartir los pensamientos y sentimientos íntimos, orientando la preocupación desde el cuidado, ofreciendo el deseo de escuchar y de compartir el dolor que embarga a quien sufre una pérdida respetando el proceso de quien lo vive. Aliviar o evitar el dolor alrededor de una pérdida (cualquiera que ésta sea), probablemente resulte inoficioso, pero usar las estrategias adecuadas en procura de acompañar a quien sufre ayudará a transitar el proceso y propiciará la resignificación del dolor … “los duelos duelen y no se puede hacer nada por evitarlo” (Bucay, 2006 Citado por Díaz P, Losantos, S. y Pastor, P., 2014).

Melissa Morales Rúa

Psicóloga – Magíster en Terapia familiar y de pareja

BIBLIOGRAFÍA

Díaz, P; Losantos, S; Pastor, P. (2014). Guía de Duelo Adulto. Para profesionales socio – sanitarios. Fundación Mario Losantos del Campo. España. 

Diccionario de la Real Academia Española. (2023). Duelo. Madrid.

Kübler-Ross, E y Kessler, D. (2016). Sobre el duelo y el dolor. España. Ediciones Luciérnaga. 

Meza DEG, García S, Torres GA, Castillo L, Sauri SS, Martínez SB. (2008). El proceso del duelo. Un mecanismo humano para el manejo de las pérdidas emocionales. Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas;13(1):28-31. [En Línea]

Neimeyer, R, A. (2002). Aprender de la pérdida: una guía para afrontar el duelo. España, Barcelona. Editorial Paidós

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